La toxina botulínica es conocida por todos como botox debido a la marca del primer medicamento de este tipo que se comercializó. Se trata de una toxina de tipo A que es ideal para el tratamiento estético de las arrugas que se forman en la cara debido a la expresión. La toxina botulínica es un complejo neurotóxico que actúa relajando la musculatura por eso está entre los tratamientos preferidos para solucionar estas líneas del rostro.
Entre las ventajas del botox está que hace desaparecer las patas de gallo o eleva las cejas dando un aspecto más relajado y joven al rostro. Por otro lado es un tratamiento que no necesita anestesia ni pruebas alérgicas y se puede aplicar en cualquier época del año. Además el resultado es prácticamente inmediato, entre el tercer y el quinto días tras el tratamiento comenzamos a ver los cambios.
La lista de inconvenientes es reducida y se centra en la posibilidad de hematomas que desaparecen a los pocos días y se tapan con maquillaje o en algunos casos algún dolor de cabeza sino se ha aplicado el producto correctamente.
Acerca de cuantas sesiones son necesarias en un 95% de los casos tras la primera sesión se necesitan pequeños retoques. Entre las dos primeras sesiones deben transcurrir seis meses, siendo la tercera sesión pasados otros ocho meses y, finalmente, una sesión anual como mantenimiento.
La técnica para aplicar el botox consiste en inyecciones con dosis muy bajas de la toxina, con aguja muy fina y en pequeñas gotas, de forma superficial en la zona a tratar.
Lo más importante antes de someterse a un tratamiento de botox es ponerse en manos de profesionales para evitar cualquier problema y hacer caso a las indicaciones del doctor acerca del tiempo y las sesiones más adecuadas para conseguir un resultado natural.